No se trata de otra obra de FSV, el autor del libro inquietante del que hablaba hace unos meses. En este caso se trata del último libro que ha publicado Manuel Alfonseca que, casualmente, también es un Doctor Ingeniero de Telecomunicación, Licenciado en Informática y antiguo alumno del inquietante FSV.
Después de haber pasado por IBM, donde trabajó más de dos décadas y se convirtió en una especie de gurú del APL, Manuel ha ejercido la docencia en las Universidades Complutense, Politécnica y Autónoma de Madrid, donde trabaja y ha presentado hoy su libro. Además es un prolífico escritor, con más de cuarenta títulos publicados, en campos tan diversos como la divulgación científica, el ensayo o la narrativa infantil y juvenil.
El libro en cuestión - El Quinto Nivel - plantea la posibilidad de que exista un quinto nivel en la evolución de la vida, tras los cuatro primeros: los ácidos nucléicos, las células procariotas, las células eucariotas y los seres pluricelulares. Esa hipotética próxima fase evolutiva supondría la aparición de organismos con un grado superior de complejidad, formado por los seres pluricelulares a modo de células.
En su extensa charla, el autor exponía la capacidad de reproducción como rasgo definitorio del ser vivo y, a partir de ahí, nos presentaba los cuatro primeros niveles, identificaba a continuación las características de los cambios de nivel, para presentarnos lo que se pueden considerar evidencias de una evolución hacia esa próxima frontera de complejidad y organización, como la especialización altruista que se da en los corales y la inteligencia emergente de las organizaciones de insectos sociales como las hormigas, las abejas o las termitas, dejando en el aire una serie de preguntas que, de hecho, constituyen la segunda mitad del índice del libro,
¿Tendremos que renunciar a la reproducción?
¿Podremos controlar la evolución?
¿Debemos controlar nuestra evolución?
¿Cómo será el Quinto Nivel?
¿Existe el Quinto Nivel?
El repaso de algunas utopías - y distopías - literarias y no tan literarias, ayudó a ilustrar la preocupación persistente por el sentido de la evolución. Un sentido que, por cierto, sería motivo de cierta "polémica" en el debate suscitado por una experta en Antropología física, que hacía las veces de voz autorizada de la Biología en la mesa y animadora de la presentación. Una polémica entre comillas porque sólo planteaba ciertas precisiones semánticas poco trascendentes, aunque bastante trascendentales que pasaron sobre conceptos como el altruismo, el egoismo y la selección natural, así como su interpretación desde la óptica de la sociobiología.
Lo cierto es que el concepto es interesante y entronca con otras propuestas estimulantes como El Cibionte que aparece en "El hombre simbiótico" de Joel de Rosnay o el Homo Noosferensis de FSV, traductor en su momento de "El Macroscopio" obra señera de Rosnay.
El problema, una vez más, entre comillas, que tiene el tema de la evolución es que es bastante fácil acabar hablando de religión y de Dios y, tanto es así, que comenzando a leer el libro, me encuentro en el primer capítulo, "La evolución del universo antes de la aparición de la vida", cosas como esta:
"El hecho de que el cosmos se esté expandiendo como la superficie de un globo que se infla tiene una consecuencia muy importante: en algún momento del pasado tuvo que ser muy pequeño. Es decir, la expansión hubo de comenzar en un instante determinado. Nuestro universo, tal como hoy lo conocemos, tuvo principio.
Algunos científicos se sintieron incómodos con esta situación. Si el cosmos tuvo principio, hay que admitir que existen límites para la ciencia: el origen del tiempo y del universo escaparían del alcance del conocimiento humano. Por otra parte se introduciría de alguna forma la necesidad de una acción trascendente: de un creador.
[...]
El motivo por el que muchos cosmólogos dejan correr su imaginación e inventan teorías sobre lo que pudo ocurrir antes del principio del universo es, en el fondo, religioso (o quizá deberíamos decir antirreligioso). Desde mediados del siglo XX el ateísmo se encuentra a la defensiva frente a las teorías cosmológicas modernas y se aferra a lo que sea, con tal de seguir negando la existencia de Dios."
Insisto en que el libro me parece interesante y espero que pueda aportar un punto de vista complementario con otras propuestas como las de Humberto Maturana y Francisco Varela o la Tectología de Alexander Bogdanov, conducentes todas a la comprensión de una realidad sistémica compleja y viva.
Ya os contaré si lo deciden invitar a la Eskuel@ para una re-presentación para cuando lo haya leído en su totalidad y pueda meter cizaña. La idea de la sociedad humana como un organismo más complejo, con entidad propia como individuo, con organizaciones de nivel inferior especializadas e Internet como sistema nervioso, resulta estimulante.
Después de haber pasado por IBM, donde trabajó más de dos décadas y se convirtió en una especie de gurú del APL, Manuel ha ejercido la docencia en las Universidades Complutense, Politécnica y Autónoma de Madrid, donde trabaja y ha presentado hoy su libro. Además es un prolífico escritor, con más de cuarenta títulos publicados, en campos tan diversos como la divulgación científica, el ensayo o la narrativa infantil y juvenil.
El libro en cuestión - El Quinto Nivel - plantea la posibilidad de que exista un quinto nivel en la evolución de la vida, tras los cuatro primeros: los ácidos nucléicos, las células procariotas, las células eucariotas y los seres pluricelulares. Esa hipotética próxima fase evolutiva supondría la aparición de organismos con un grado superior de complejidad, formado por los seres pluricelulares a modo de células.
En su extensa charla, el autor exponía la capacidad de reproducción como rasgo definitorio del ser vivo y, a partir de ahí, nos presentaba los cuatro primeros niveles, identificaba a continuación las características de los cambios de nivel, para presentarnos lo que se pueden considerar evidencias de una evolución hacia esa próxima frontera de complejidad y organización, como la especialización altruista que se da en los corales y la inteligencia emergente de las organizaciones de insectos sociales como las hormigas, las abejas o las termitas, dejando en el aire una serie de preguntas que, de hecho, constituyen la segunda mitad del índice del libro,
¿Tendremos que renunciar a la reproducción?
¿Podremos controlar la evolución?
¿Debemos controlar nuestra evolución?
¿Cómo será el Quinto Nivel?
¿Existe el Quinto Nivel?
El repaso de algunas utopías - y distopías - literarias y no tan literarias, ayudó a ilustrar la preocupación persistente por el sentido de la evolución. Un sentido que, por cierto, sería motivo de cierta "polémica" en el debate suscitado por una experta en Antropología física, que hacía las veces de voz autorizada de la Biología en la mesa y animadora de la presentación. Una polémica entre comillas porque sólo planteaba ciertas precisiones semánticas poco trascendentes, aunque bastante trascendentales que pasaron sobre conceptos como el altruismo, el egoismo y la selección natural, así como su interpretación desde la óptica de la sociobiología.
Lo cierto es que el concepto es interesante y entronca con otras propuestas estimulantes como El Cibionte que aparece en "El hombre simbiótico" de Joel de Rosnay o el Homo Noosferensis de FSV, traductor en su momento de "El Macroscopio" obra señera de Rosnay.
El problema, una vez más, entre comillas, que tiene el tema de la evolución es que es bastante fácil acabar hablando de religión y de Dios y, tanto es así, que comenzando a leer el libro, me encuentro en el primer capítulo, "La evolución del universo antes de la aparición de la vida", cosas como esta:
"El hecho de que el cosmos se esté expandiendo como la superficie de un globo que se infla tiene una consecuencia muy importante: en algún momento del pasado tuvo que ser muy pequeño. Es decir, la expansión hubo de comenzar en un instante determinado. Nuestro universo, tal como hoy lo conocemos, tuvo principio.
Algunos científicos se sintieron incómodos con esta situación. Si el cosmos tuvo principio, hay que admitir que existen límites para la ciencia: el origen del tiempo y del universo escaparían del alcance del conocimiento humano. Por otra parte se introduciría de alguna forma la necesidad de una acción trascendente: de un creador.
[...]
El motivo por el que muchos cosmólogos dejan correr su imaginación e inventan teorías sobre lo que pudo ocurrir antes del principio del universo es, en el fondo, religioso (o quizá deberíamos decir antirreligioso). Desde mediados del siglo XX el ateísmo se encuentra a la defensiva frente a las teorías cosmológicas modernas y se aferra a lo que sea, con tal de seguir negando la existencia de Dios."
Insisto en que el libro me parece interesante y espero que pueda aportar un punto de vista complementario con otras propuestas como las de Humberto Maturana y Francisco Varela o la Tectología de Alexander Bogdanov, conducentes todas a la comprensión de una realidad sistémica compleja y viva.
Ya os contaré si lo deciden invitar a la Eskuel@ para una re-presentación para cuando lo haya leído en su totalidad y pueda meter cizaña. La idea de la sociedad humana como un organismo más complejo, con entidad propia como individuo, con organizaciones de nivel inferior especializadas e Internet como sistema nervioso, resulta estimulante.
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